Lutero era un hereje, mujeriego y borracho, según sus propios seguidores reconocían.
«Martín Lutero, la noche antes de su muerte, se dejó vencer por su habitual intemperancia
y en tal exceso que fuimos obligados a llevarlo, completamente
alcoholizado, y colocarlo en su lecho. Luego, nos retiramos a nuestra
cámara, ¡sin presentir nada desagradable! A la mañana siguiente,
volvimos junto a nuestro señor para ayudarlo a vestirse, como de
costumbre. Entonces – ¡oh, qué dolor! – ¡vimos a nuestro señor Martín colgando del lecho y estrangulado miserablemente! Tenía la boca torcida, la parte derecha del rostro negra, el cuello rojo y deforme»
El valioso testimonio de Ambrosio Kudtfeld, un testigo y hombre de confianza
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